Decodificando el mundo en otros colores

El daltonismo es una condición hereditaria que afecta la forma de ver los colores. Especialistas y personas daltónicas explican cómo viven.

Decodificando el mundo en otros colores

Foto: Twitter Chsb

Sociedad

Unidiversidad

Unidiversidad / Ángeles Balderrama

Publicado el 13 DE DICIEMBRE DE 2019

¿Qué pasaría si el sueño de tu vida no pudiera cumplirse por una alteración en tu vista? Así como se refleja en la película Little Miss Sunshine en una escena memorable, muchas personas en la sociedad que tienen daltonismo se enteran de una manera inesperada. Aunque es más común en los hombres, las mujeres también pueden padecerlo. Desde Unidiversidad, hablamos con Santiago y Leandro, dos mendocinos con esta condición.

“Mi mamá se dio cuenta que algo pasaba cuando era chico, porque una vez pinté el mar de color verde. Me cuesta distinguir un poco el rojo y especialmente el verde; por ejemplo, veo la palta toda amarilla”, expresó Santiago. En el caso de Leandro, fueron las docentes de nivel inicial las que detectaron que algo pasaba: “Pintaba todo de color rojo y era porque no veía el color verde. El pasto para mí es de color rojo, entonces llamaba mucho la atención, me llevaron al oculista y se dieron cuenta de que tengo la ausencia total de percepción del color verde”, comentó Leandro.

El daltonismo es una alteración en la percepción del color. En nuestra retina, tenemos tres receptores (llamados conos) que toman los colores rojo, verde y azul. Cuando estos se modifican en distintos grados, las personas tienen mutaciones en la forma de ver los colores. “La más común es la dificultad de distinguir los colores rojo (protanopia) y verde (deuteranopia). También existe el problema de ver el color azul (tritanopia) y si directamente vemos la vida en grises, es que todavía hay una alteración más profunda de estos tres tipos de conos”, expresó la oftalmóloga Eugenia Erice a Unidiversidad.

Aunque por una cuestión genética se da mayoritariamente en los hombres (1 de 10 hombres tiene la enfermedad), las mujeres también pueden experimentarla. Sin embargo, no todas las personas daltónicas ven de la misma manera, ya que existen diferentes grados dentro la condición en los que a veces es una cuestión de disminución de luz.

“Se nace con daltonismo porque es una alteración del receptor, no es una enfermedad degenerativa. Darse cuenta de que tenemos daltonismo no siempre es sencillo porque todo depende del grado. A veces se descubre con el test de Ishihara, otras veces porque los niños empiezan a pintar con colores diferentes a los que se utilizan normalmente. Sin embargo, los controles oftalmológicos son fundamentales para detectarlo”, destacó Erice.

 

De las películas a la vida real

Leandro Gómez es estudiante de la Licenciatura en Ciencia Política y Administración Pública de la UNCUYO y trabaja como secretario en la Legislatura provincial. Aunque se siente cómodo con su profesión, comentó a Unidiversidad que su primera gran dificultad con el daltonismo la tuvo en la adolescencia, cuando su deseo por seguir una carrera militar se derrumbó.

“Quise entrar a la Fuerza Aérea a los 16 años y me avisaron que si yo no veía todos los colores de manera perfecta, no iba a poder ser piloto. Ese fue uno de los obstáculos más grandes, sinceramente fue muy feo a esa edad porque el daltonismo es una condición con la que nací”, destacó el joven.

Ahora, a sus 28 años, considera que seguir una función alejada de ese ámbito fue positivo y que, en líneas generales, el daltonismo no le dificulta otras actividades, como manejar o ver las luces de los semáforos.

“Empezamos a desarrollar una forma racional de percibir los colores. Por ejemplo, al no ver el color verde, empezamos a decodificar cómo lo verían los demás. Hace algunos años, mi mamá averiguó por el tema de los lentes que están en el mercado, pero son sumamente caros: salían aproximadamente $ 90 mil en esa época, algo inaccesible”, destacó Leandro.

Según la oftalmóloga Eugenia Erice, los lentes aumentan la funcionalidad del ojo, pero no mejoran la visión al 100 %. Por ello, las personas tienen que aprender a convivir con esta enfermedad que no tiene cura.

“He comprado pantalones en un color verde muy feo y yo pensaba que eran un lindo color, a los árboles los veo en diferentes tonalidades de marrones, el pasto es rojo, la luz verde del semáforo es blanca para mí, el color flúo lo veo naranja o rojo, a la hora de pintar o diseñar algo me guío por los códigos de los colores y tengo que ordenar las cosas rojas y verdes en diferentes lugares para no confundirlas. Mis dibujos en la infancia eran rarísimos, le tenía que pedir el lápiz verde a mi compañero de banco para no errar en el color, pintaba a los perros de color verde porque pensaba que era color marrón. Más allá de esas cosas, es una vida normal, pero con bastantes anécdotas”, concluyó Leandro.

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