Educación y tecnología digital: "Tenemos una tendencia a dejar de pensar por nosotros mismos"

Fernanda Ozollo, especialista en Educación, reflexionó sobre la avalancha de contenidos que circulan en las plataformas y en la inteligencia artificial. Dijo que la clave está en formar un pensamiento crítico, que permita a estudiantes y docentes apropiarse de estas herramientas sin perder autonomía.

Educación y tecnología digital: "Tenemos una tendencia a dejar de pensar por nosotros mismos"

Fernanda Ozollo habló de los desafíos que enfrenta la educación en medio del avance de las tecnologías digitales. La clave: no perder pensamiento crítico. Foto: gentileza Facultad de Educación

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Emilio Murgo

Publicado el 24 DE SEPTIEMBRE DE 2025

La irrupción de las tecnologías digitales en la educación abrió un escenario de oportunidades y tensiones. Para la especialista Fernanda Ozollo, doctora en Gestión y Planificación para la Calidad Educativa y docente en la Facultad de Educación de la UNCUYO, el gran desafío es no caer en la tendencia de "dejar de pensar por nosotros mismos” frente a la avalancha de contenidos que circulan en las plataformas y en la inteligencia artificial. Sostiene que la clave está en formar un pensamiento crítico que permita a estudiantes y docentes apropiarse de estas herramientas sin perder autonomía.

Sin embargo, el debate no se agota en las aulas. También está en las oportunidades que tiene la ciudadanía de crear, participar y acceder a estas nuevas herramientas. ¿Quién debe asumir la responsabilidad de garantizar una estrategia de soberanía tecnológica? Según Ozollo, el primer actor es el Estado, encargado de diseñar políticas claras y sostenibles. En paralelo, un informe elaborado por la Unesco en 2023 advierte que los docentes suelen sentirse poco preparados para usar tecnologías digitales en la enseñanza y que solo la mitad de los países cuentan con normas para desarrollar competencias digitales en ellos.

“Las tecnologías digitales, antes llamadas de la información y la comunicación, no son sencillas. En realidad, se trata de tecnologías complejas que generan un impacto muy amplio y profundo, tanto a nivel individual como social. Su influencia atraviesa dimensiones éticas, políticas, históricas, sociales, educativas y culturales”, remarcó la docente en una charla con Unidiversidad.

Para Ozollo, estas transformaciones implican incluso repensar la forma en la que nos relacionamos con ellas: “Hace tiempo dejamos de hablar de nativos e inmigrantes digitales. Hoy preferimos referirnos a residentes y visitantes: personas que habitan las redes, independientemente de la edad, y que tienen acceso y posibilidades de conexión. Es decir, vivimos las redes y las tecnologías digitales como un espacio común”.

Las tecnologías digitales ofrecen luces y sombras que impactan en los procesos educativos

Sedentarismo cognitivo

“Un riesgo que observo es lo que (Santiago) Bilinkis llama sedentarismo cognitivo: tenemos una tendencia a dejar de pensar por nosotros mismos frente a la avalancha de contenidos generados por la inteligencia artificial. En la universidad, trabajo con estudiantes de tercer y cuarto año sobre cómo interpelar a estas herramientas para que no sustituyan el pensamiento, sino que lo potencien. La clave es que seamos nosotros quienes hagamos ‘pensar’ a la inteligencia artificial”, señala Ozollo.

La docente advierte que la atención es uno de los puntos más críticos en este escenario. “Si la atención se ve secuestrada por los algoritmos, ¿qué margen queda para aprender?”, se pregunta.

Ozollo advirtió sobre el riesgo del sedentarismo cognitivo frente a la avalancha de contenidos digitales

Luces y sombras de las tecnologías digitales en la educación

“Las tecnologías digitales en la educación tienen luces y sombras, y en esto soy muy crítica. Pero, para mí, las sombras son muy profundas porque nos conducen a escenarios deshumanizantes donde, además de vendernos productos, las redes nos venden ideologías. Esto no puede ser ignorado: debemos discutirlo en serio”, remarca la especialista.

En esa línea, Ozollo plantea posibles caminos, o lo que ella denomina "puntos de fuga":

  • Recuperar la palabra y el relato, porque la palabra es pensamiento;
  • Promover la micropolítica en las aulas: discutir posiciones y formar criterio;
  • Incorporar el arte como herramienta cognitiva y de atención;
  • Crear comunidad diversa, reconociendo la voz y la imagen del otro.

La especialista insiste así en que es imprescindible corregir a tiempo para no tener problemas a futuro. “Si no podemos corregir a tiempo, seguiremos reproduciendo una educación que no fomenta pensamiento crítico ni autónomo, ni creatividad científica, tecnológica o artística. Y ese, sin dudas, es uno de los mayores riesgos actuales”, advierte.

El Estado y las instituciones deben liderar una estrategia de soberanía tecnológica

El rol del Estado y de las instituciones educativas

“En este escenario, el primer responsable es el Estado, que debe diseñar estrategias de soberanía tecnológica. En segundo lugar, las instituciones educativas deben regular, otorgar presupuestos y asumir responsabilidades. De lo contrario, la carga recae únicamente en el docente, que en el aula puede hacer muy poco frente a estos problemas”, propone.

Para Ozollo, además, el gran desafío está en la formación docente en competencias digitales, que no se limita al uso de herramientas técnicas, sino a cinco competencias centrales:

  1. Competencias informacionales: saber enseñar a buscar información válida en lugares confiables;
  2. Ciudadanía digital: educar sobre protección de datos, prevención de adicciones tecnosociales y resguardo de menores en las redes;
  3. Manejo de herramientas digitales: entender qué implicancias cognitivas tiene el uso de ciertas aplicaciones, más allá del recurso técnico;
  4. Relación entre tecnología y desarrollo cognitivo: pensar cómo determinadas herramientas impactan en los procesos de aprendizaje;
  5. Competencias en multiformatos: comprender que las y los jóvenes ya no aprenden como antes, sino a través de experiencias inmediatas, multimediales y disponibles a demanda.

Esto último interpela directamente a la docencia. Para Ozollo, plataformas como TikTok atrapan a las y los estudiantes por ser inmediatas, divertidas, dinámicas y multimediales. "Entonces, ¿cómo competimos, si nuestras clases no son nada de eso?", se pregunta la docente. Explica que no se trata de hacer TikTok, sino de trasladar esas características a la didáctica: trabajar con contenidos breves, articulados, multimediales y disponibles para los estudiantes en diferentes momentos y formatos. “De lo contrario, corremos el riesgo de perder a nuestros alumnos. Necesitamos ofrecer alternativas flexibles de cursado, combinar la presencialidad con lo virtual y estar disponibles en las plataformas que ellos usan”, afirma Ozollo.

La Unesco alertó sobre desigualdades en el acceso y la formación docente en competencias digitales

El informe de la Unesco confirma varios de los riesgos señalados por Ozollo. Las y los docentes suelen sentirse poco preparados y sin confianza para utilizar la tecnología en la enseñanza. Solamente la mitad de los países cuentan con normas sobre el desarrollo de competencias relacionadas con las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) para quienes se dedican a enseñar.

Por otro lado, el informe señala que muchos estudiantes no tienen oportunidades de practicar con tecnología digital en las escuelas. Incluso en los países más ricos del planeta, solo alrededor del 10 % de alumnos y alumnas de 15 años utilizan dispositivos digitales más de una hora a la semana en matemáticas y ciencias.

Si bien el derecho a la educación es —cada vez más— sinónimo de derecho a una conectividad significativa a internet, el informe de la Unesco afirma que el acceso es desigual. En todo el mundo, solo el 40 % de las escuelas de educación primaria, el 50 % de las de primer ciclo de secundaria y el 65 % de las de segundo ciclo de secundaria tienen conexión a internet; el 85 % de los países cuenta con políticas para mejorar la conectividad de las escuelas o del estudiantado.

Finalmente, el informe revela que la educación superior es la que más rápido está adoptando la tecnología digital y la que está sufriendo una mayor transformación. En 2021, más de 220 millones de estudiantes asistieron a cursos en línea masivos y abiertos. Sin embargo, las plataformas digitales ponen en duda la función de las universidades y plantean problemas reglamentarios y éticos, por ejemplo, con relación a las ofertas de suscripción exclusivas y a los datos de los estudiantes y el personal.

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