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25 DE SEPTIEMBRE DE 2025
Investigadoras del Conicet proponen incluir una perspectiva feminista, crítica y activista de la tecnología que la subvierta y revolucione los sistemas tecnológicos.
https://www.articaonline.com/
Natalia Fischetti (Incihusa Conicet) y Andrea Torrano (Ciecs Conicet y UNC)
Publicado el 23 DE SEPTIEMBRE DE 2025
El siglo XXI arrancó con todo y, en su primer cuarto, nos conduce aceleradamente... ¿hacia atrás? Como ciudadanas y ciudadanos digitales del sur global, toca (sobre)vivir a una alianza enmarañada entre el capitalismo financiero, la tecnología o high tech y algunos gobiernos de ultraderecha, que, en conjunto, se enredan en posiciones políticas, sociales y tecnológicas neoconservadoras, tradicionalistas y discriminatorias que nos hacen retroceder en las conquistas sociales, tal como señalan las investigadoras del Conicet Natalia Fischetti y Andrea Torrano en una nota publicada por Unidiversidad sobre tecnofeudalismo.
A las autoras, entonces, se les plantea una contradicción entre la acelerada innovación tecnológica (con la IA a la cabeza) y la vuelta de viejas y vetustas formas de relación social típicas de otras épocas, con políticas previas a los movimientos sociales y las luchas por los derechos (de trabajadoras y trabajadores, antirracistas y antiesclavistas, de las mujeres y diversidades, por los bienes comunes, por los territorios).
Dicen que la paradoja de la “innovación reaccionaria” de la tecnología llamada IA puede ser pensada como una operación múltiple:
-que nos quiere hacer suponer que es “inteligente” sin un cuerpo, y que es “artificial” o inmaterial, como una “nube”, mientras que su desarrollo requiere infraestructuras, bienes comunes (agua y minerales) y trabajo precarizado;
-que se nos presenta como neutral, mientras está cargada de sesgos (de género, de clase, de raza, de edad, etc.);
-que se nos vende como mera herramienta a usar “bien o mal”, mientras sus modelos y objetivos tienen diseños propios de la cultura de Silicon Valley;
-que se nos presenta como universal, pero se diseña y produce en el Norte con recursos del Sur, y tienen una dirección única;
-que puede (y deberían usarse para el entretenimiento, todo tipo de tareas individuales y colectivas, políticas públicas e institucionales, todas las áreas, desde la salud a la seguridad, delegando en la IA funciones individuales y también colectivas e institucionales;
-que parece ser totalmente autónoma e independiente de programadores y contextos sociotécnicos, como si tuviera una voluntad propia, cuando en realidad es un conjunto de construcciones humanas, diseñadas y entrenadas a partir de datos;
-que se nos presenta como omnipotente y omnisciente, haciéndonos creer que puede resolver cualquier problema por el volumen de datos que procesa y que, por esto mismo, tiene un saber absoluto.
Las autoras explican que hay una noción que nos permite cuestionar esta operación de encantamiento mágico con las tecnologías digitales. El determinismo tecnológico o tecnodeterminismo es la idea que impregna nuestro tiempo acerca de que la tecnología es autónoma, que las instituciones deben adaptarse a ella y que los avances tecnológicos conducen inexorablemente el rumbo de las sociedades. De allí que, frente a este destino tecnológico, aparezcan dos posibilidades: la de un tecnooptimismo que celebra la innovación por sí misma y llega hasta propuestas transhumanistas o, en su defecto, la de la tecnofobia, que incluso plantea, para un futuro cercano, distopías tecnoapocalípticas.
Plantean que quizá haya otras posibilidades para nuestro mundo si revisamos esta idea de la Tecnología con mayúsculas (global y omnipresente, de conexión total, de progreso ilimitado, de capital inconmensurable, de monopolio ineludible, de futuro transhumano) y la entendemos, en cambio, como inscrita en relaciones sociales y políticas, y que se constituye recíprocamente con ellas. Es decir, son las políticas y los contextos sociales los que hacen posible el surgimiento y desarrollo de las tecnologías, que, a su vez, los configuran.
¿Hay otras maneras de pensar y proponer las tecnologías (en plural)? Claro, incluso parece urgente hacerlo en tiempos en los que la disputa por las “tierras raras” que requiere el desarrollo de IA genera guerras, y cuando incluso las condiciones vitales de nuestro planeta están amenazadas por la contaminación.
Indican que la historia de los estudios feministas de la tecnología sugiere alternativas. Se trata de reinscribir los cuerpos y los territorios con otros relatos y otros modos de habitar con las tecnologías, y también hacer con las tecnologías que tenemos; es decir, darles usos que permitan combatir las desigualdades (de género, de clase etc.), pero también crear, imaginar nuevas tecnologías capaces también de descentrar cierto excepcionalismo humano (de varones blancos, ricos y jóvenes del norte global). Pero no se trata solo, o únicamente, de incorporar mujeres en el diseño y el desarrollo de tecnología como se propone desde un enfoque liberal; tampoco de reivindicar tecnologías femeninas (ancladas en el binarismo mujer/varón). Por el contrario, se propone incluir una perspectiva feminista, crítica y activista de la tecnología que la subvierta y revolucione los sistemas tecnológicos. Las autoras plantean, entonces, tecnologías situadas que disputen la función de las tecnologías en el sistema patriarcal y las desigualdades de género que (re)producen y legitiman, y pongan en valor otras tecnologías, como las tecnologías domésticas, para evidenciar que las tecnologías son parte de la reproducción social de la vida, pero que también pueden ser parte de un cuidado de la vida más amplio que el humano.
Desde los estudios feministas —aseguran—, es posible imaginar otros modos de relación con las tecnologías, que tanto denuncien los oligopolios, la reproducción de las mismas relaciones de género y sociales opresivas, como muestren la necesidad de comprender con cuidado ontológico, político y ético nuestra interdependencia con los artefactos e infraestructuras sociotécnicas.
Explican que el ideario del determinismo tecnocapitalista patriarcal explotador (violento y centrado en masculinidades tecnopolíticas hegemónicas, como los technobros) y colonial (extractivista de bienes comunes, trabajo, datos, cuerpos y territorios del sur global) puede ser cuestionado desde una cartografía de la historia de las teorías, disputas y debates feministas de las tecnologías en el norte desde la década del 70 hasta ahora, y una trama tejida desde los feminismos del sur latinoamericano para mostrar otras posibilidades para las tecnologías y para nuestros futuros comunes.
Para ahondar más en el tema, las autoras acercan su libro: Tecnologías feministas. Tramas para la resistencia desde el sur latinoamericano, publicado por Clacso en su repositorio. Es de descarga libre y gratuita en pdf aquí.
Las autoras dejaron en claro: “Este texto no lo escribió una IA, ni podría haberlo hecho, porque lleva inscritas nuestras valoraciones y marcas en el cuerpo (de género, de clase, de racialización, de ubicación geográfica y geopolítica en el sur), de nuestras historias personales, académicas y comunitarias”.
Tapa del libro por Clacso
*Comité de Divulgación Científica del Incihusa
feminismo, tecnología, incihusa, conicet,
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