El calor inusual de la primavera adelantó la floración y compromete la calidad de los frutos
Las altas temperaturas para la época, combinadas con baja humedad, generan estrés térmico en las plantas. Esto puede deshidratar la flor, afectar su polen y disminuir el cuaje. La planta, en defensa, aborta parte de los frutos y conserva solo aquellos que puede sostener.
El estrés térmico causa más caídas de flores, frutos de menor tamaño y coloración. Foto: archivo Unidiversidad
La primavera 2025 empezó en Mendoza con temperaturas más elevadas de lo habitual, que inevitablemente repercuten en la floración de los cultivos y en la fenología de las plantas, sin olvidar la cosecha. El escenario plantea interrogantes centrales para la producción del sector agrícola: ¿estamos atravesando una floración más temprana de lo normal?; ¿cuáles son las consecuencias de este calor en la calidad y cantidad de los frutos?; ¿hasta qué punto el calentamiento global está alterando los ciclos biológicos de las plantas?
“Comparado con un histórico, sí, estamos con una acumulación mayor de calor respecto de hace varios años. El año pasado fue récord, pero, aun así, este 2025 presenta valores elevados. Desde septiembre hasta esta fecha (4 de octubre de 2025), registramos 7113 grados-horas de calor acumulados contra 8029 total del año pasado. Eso indica que estamos por debajo de 2024, aunque podemos estar todavía por encima”, explicó la ingeniera agrónoma Regina Aguilera, docente adjunta de la cátedra de Meteorología Agrícola de la Facultad de Ciencias Agrarias de la UNCUYO.
Aguilera aclaró que, si bien la floración no está tan adelantada en exceso como en 2024 —cuando las altas temperaturas marcaron un hito histórico—, los registros actuales no son menores: “Si bien los valores marcan unos cinco días de adelanto en la afloración, podríamos decir que estamos dentro de una floración medianamente normal para la época, aunque con valores térmicos más altos de lo que sería el promedio, sin olvidar que las temperaturas pueden seguir en alza. El año pasado sí vimos un adelanto notorio de la floración y de otras etapas del ciclo de los cultivos”.

“Acumulamos 7113 grados-hora desde septiembre; en 2024 fueron 8029. Aun así, 2025 mantiene valores elevados”, afirmó la ingeniera agrónoma Regina Aguilera. Foto: gentileza Regina Aguilera
Una floración sensible al calor
Para Aguilera, la floración es una fase crítica para las plantas: requiere gran aporte energético y una compleja coordinación de procesos internos y externos. El calor excesivo, aunque en un inicio pueda acelerar el brote y la apertura de las flores, tiene efectos colaterales negativos.
“El año pasado se observó en duraznos una producción elevada en kilos, pero con un marcado descenso en la calidad: frutos más pequeños, con menor calibre y con problemas de coloración. Algo similar ocurrió en ciruelos, especialmente sensibles a temperaturas superiores a 26 grados durante el cuaje, etapa clave de formación del fruto”, detalló Aguilera.
El fenómeno se repite en otras especies de la familia de las rosáceas, como almendros, cerezos y perales, que ven comprometida tanto su productividad como la calidad final del fruto. A ello se suma que la floración adelantada expone a los cultivos a riesgos de heladas tardías, tormentas de granizo o episodios de viento zonda, típicos de la primavera mendocina.
El calor de esta primavera adelantó la floración en Mendoza y vuelve a poner en riesgo la calidad de los cultivos. Foto archivo Unidiversidad
Fenología y cambio climático
La fenología, ciencia que estudia los cambios estacionales en los organismos vivos, confirmó que el calentamiento global está alterando los ciclos biológicos de las plantas. La brotación, la foliación, la floración, el cambio de color de las hojas o la caída de estas ya no siguen patrones tan previsibles.
El aumento de temperaturas extremas y la prolongación de estaciones secas están adelantando la floración en numerosas especies. “Las plantas responden a la acumulación de calor, pero, si esa energía llega demasiado temprano, la floración se adelanta a momentos climáticamente inestables, lo que compromete la continuidad de frutos y semillas”, señaló Aguilera.
Además, este desfasaje puede romper la sincronía entre flores e insectos polinizadores. Si las abejas y otros agentes polinizadores emergen más tarde que la floración, la fecundación disminuye y, con ello, la producción de semillas. A nivel ecológico, esta desconexión impacta en la biodiversidad y en el equilibrio de los ecosistemas.
Parcela de fruticultura de la FCA UNCUYO. De izquierda a derecha: Felipe Domínguez, Juan Francisco Córica, Regina Aguilera, Ana Laura Selán. Foto: gentileza Regina Aguilera
Estrés térmico y calidad de frutos
Más allá del adelanto fenológico, el principal problema está en cómo las altas temperaturas, combinadas con baja humedad, generan estrés térmico en las plantas.
“Esa combinación puede deshidratar la flor, afectar al polen y disminuir el cuaje, proceso mediante el cual una flor, después de ser polinizada y fecundada, se transforma en un fruto en desarrollo que comienza a crecer en la planta. La planta, en defensa, aborta parte de los frutos y conserva solo aquellos que puede sostener. Por eso, aunque al principio la floración parezca abundante, después se observa caída de frutos y un rendimiento inferior en calidad”, explicó la ingeniera.
El impacto no se limita a la temporada en curso. “En el caso de los cerezos, por ejemplo, las altas temperaturas posteriores a la cosecha afectan la diferenciación de yemas florales para la próxima campaña. Este estrés puede generar defectos como el fruto doble, que carece de valor comercial. En la vid, en cambio, las condiciones extremas de un año se reflejan en la floración de la temporada siguiente, lo que afecta directamente la productividad”, detalló la especialista.

“En el caso de los cerezos, por ejemplo, las altas temperaturas posteriores a la cosecha afectan la diferenciación de yemas florales para la próxima campaña", afirmó Aguilera. Foto: Regina Aguilera
Consecuencias para la economía y los ecosistemas
El impacto del calor en la floración trasciende lo agronómico y repercute directamente en la economía regional. Mendoza, cuya matriz productiva está fuertemente vinculada a la fruticultura y la vitivinicultura, observa con atención la evolución de la primavera.
Frutos más pequeños, menor coloración y caída de flores se traducen en una baja de calidad que afecta la competitividad en los mercados. En algunos casos, aunque la cantidad de kilos producidos sea mayor, los precios finales caen al no alcanzar los estándares comerciales.
La investigadora destacó que, si bien algunas especies logran adaptarse y mantener cierto éxito productivo, los datos actuales muestran que la incertidumbre climática ya compromete la calidad de los cultivos, lo que, en términos socioeconómicos, implica pérdidas importantes para productores y productoras.
El adelantamiento de la floración no afecta solo a los cultivos comerciales, sino también a los ecosistemas naturales. Al modificar la disponibilidad de frutos y semillas, se altera la base alimentaria de aves, insectos y mamíferos. La reducción en el flujo de materia y energía incrementa la vulnerabilidad de los sistemas naturales, lo que favorece, incluso, la invasión de especies exóticas.
En especies amenazadas, la asincronía entre la floración y la polinización puede acelerar el riesgo de extinción. El calentamiento global, por tanto, no solo compromete la producción agrícola, sino también la biodiversidad y la estabilidad ambiental.
La floración anticipada desincroniza la polinización: si las abejas llegan tarde, baja la fecundación y se resiente la producción. Foto: Regina Aguilera
¿Qué esperar hacia adelante?
Según la Organización Meteorológica Mundial (OMM), las predicciones climáticas para las próximas décadas a nivel global no son alentadoras: olas de calor más frecuentes, noches más cálidas y primaveras más secas marcarán el pulso de la agricultura y la fenología de las plantas. Algunas especies podrán ajustar su “reloj biológico” y adaptarse. Otras verán reducida su productividad o desplazada su área de distribución. En los casos más extremos, la desaparición local será inevitable.
Hoy, la floración —símbolo de la primavera— ya no responde únicamente al calendario. Las plantas marcan con su comportamiento los cambios profundos que atraviesa el clima global. La pregunta sobre si estamos frente a una floración temprana tiene una respuesta más compleja que un simple sí o un no, aclaró la ingeniera agrónoma. La clave está en entender que el calor acumulado en cada estación no solo acelera procesos, sino que también compromete la calidad de los frutos, la estabilidad de los ecosistemas y el futuro de la producción agrícola.
Como resumió Aguilera: “La planta siempre busca defenderse. Puede adelantar su floración, abortar frutos o reducir su tamaño, pero esas respuestas naturales ya nos muestran que está bajo estrés. Y ese estrés es, en definitiva, la señal más clara de que el clima está cambiando”.
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