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06 DE DICIEMBRE DE 2024
Por Fernando Ruiz, del Centro de Estudios Prospectivos de la UNCUYO
Imagen ilustrativa publicada en cronicapopular.es
La caída del muro de Berlín en 1989 representó un momento histórico. No sólo por el hecho de que señaló el principio del fin de la Unión Soviética y su futura disolución. También significó el fin del comunismo como modelo que pretendió constituirse en alternativa viable al capitalismo. El "socialismo real" no pudo reformarse a sí mismo y terminó autodestruyéndose luego de la Perestroika. Muchos analistas predijeron en ese momento que el fin de la historia había llegado y el capitalismo en su versión más extrema iba a perdurar por siempre. Sin embargo, y con la perspectiva histórica de las primeras décadas del siglo XXI, se puede afirmar que el capitalismo en su forma más pura es inviable para el futuro de la humanidad por varias razones que se analizarán a continuación. Con la llegada de la pandemia causada por la COVID-19 el capitalismo ha entrado en crisis y, en consecuencia, se abren múltiples preguntas a futuro.
En primer lugar, los límites impuestos por la naturaleza y los ecosistemas. Actualmente los desastres ecológicos producto del descontrolado fenómeno del calentamiento global ya pueden observarse en los hechos. Los patrones climáticos se han alterado y las implicancias a futuro de dicho fenómeno son verdaderamente graves. La pérdida de biodiversidad y el avance sobre los ecosistemas es otra señal de alerta. En este sentido, los países desarrollados tienen una gran deuda sobre los países en vías de desarrollo. Principalmente, porque fueron los principales contribuyentes al agravamiento del fenómeno desde los inicios de la Revolución Industrial en el siglo XIX. Queda abierto todavía el interrogante si esos países desarrollados estarán dispuestos a asumir el costo de restaurar la naturaleza y mitigar los daños producidos. El capitalismo de los países occidentales y el sistema económico que impusieron en todo el mundo, basado en el hiperconsumo y la sobreexplotación de la naturaleza fue el origen del problema para generaciones futuras. Las implicancias del fenómeno del cambio climático se van a ver en todos los planos desde migraciones masivas producto de la falta de posibilidades económicas, a altos niveles de contaminación en grandes ciudades con alta densidad de población. La resolución de estos retos requiere necesariamente de la coordinación público-privada y de la cooperación global.
En segundo lugar, el capitalismo sin ningún tipo de regulación ni intervención por parte del Estado genera fuertes desequilibrios y concentraciones de poder en estructuras de tipo monopólicas y oligopólicas en diversas industrias. Este fenómeno es evidente en muchas industrias, como la industria tecnológica, donde unos pocos jugadores concentran gran de poder de mercado en la era digital y del big data. Con la pandemia este fenómeno se ha acentuado y se anticipa una consolidación de poder en compañías tecnológicas. La crisis actual ha acelerado procesos previos como la digitalización de la economía y la acelerada adopción de tecnologías en esta nueva economía digital donde los datos y la información son un activo clave. Las consecuencias que acarrea esto en la sociedad son múltiples, con impactos en la distribución del ingreso en las sociedades y en la misma democracia como sistema de gobierno. En consecuencia, la libertad absoluta en todo lo referente a la vida económica, sin ninguna regulación por parte del Estado, da lugar a grandes concentraciones de poder que ponen en riesgo la calidad y estabilidad democrática de los países.
Por último, el capitalismo en su versión extrema provoca el surgimiento de sociedades fragmentadas sin ningún grado de cohesión social, y en donde los espacios públicos se reducen, con Estados que proveen servicios y bienes públicos de peor calidad a la mayor parte de la población y, que en ocasiones no proveen nada. La pandemia ha desnudado y puesto en evidencia las múltiples desigualdades que atraviesan nuestras sociedades. La vida social, en consecuencia, se privatiza lo cual es el germen de la violencia, la criminalidad y el narcotráfico que afecta a muchas sociedades, cómo es evidente en América Latina y el Caribe. Estos niveles de desigualdad extremos que genera actualmente el capitalismo, pueden verse exacerbados por la adopción masiva de tecnologías y el consiguiente desplazamiento de mano de obra que puede provocar en los mercados laborales. Esta tendencia a sustituir mano de obra masivamente por nuevas tecnologías (como inteligencia artificial) puede convertirse en el talón de Aquiles del capitalismo, ya que sin trabajo no hay fuentes genuinas de demanda en los mercados de consumo como bien supo interpretar Henry Ford al lanzar el modelo Ford T a inicios del siglo XX. Incluso desde algunos sectores ya se plantea la necesidad de un ingreso básico universal para mitigar esta situación. Por otro lado, en un reciente estudio realizado por la consultora McKinsey se les consultó a 800 ejecutivos de diversas industrias y los resultados de la encuesta sugieren que la crisis de la pandemia ha acelerado tendencias que estaban desarrollándose previo a la pandemia y que han adquirido un nuevo ímpetu, como la automatización de tareas, la digitalización, el trabajo remoto y la creciente demanda de trabajadores para tareas específicas que requieren alto nivel de cualificación. La pandemia ha causado una gran disrupción de los mercados laborales en el corto plazo, y puede cambiar el modo en que trabajamos en el largo plazo también. No solo la crisis actual ha lanzado a millones de personas al desempleo, sino que también el mix de empleos que surjan de esta crisis será radicalmente distinto a los empleos que se perdieron y las personas con ingresos más bajos y con niveles educativos inferiores se verán mucho más afectados.
En conclusión, por estos factores analizados, hay que generar un debate abierto, y plantearse de qué manera (desde el sector público, el sector privado y la sociedad civil) se pueden superar esos peligros y riesgos qué plantea el capitalismo para la vida en el planeta de cara al futuro. Es necesario repensar los paradigmas económicos dominantes y abrir el debate para generar políticas públicas que conduzcan a un sistema económico conducente al desarrollo humano, en equilibrio con la naturaleza y preservando el mundo para las futuras generaciones. El capitalismo en su estado actual tiene un gran potencial creativo pero también un gran potencial destructivo, por lo que es necesario reformarlo para encauzarlo a futuro.
Se abren una seria de interrogantes de cara al futuro. ¿La inercia propia del capitalismo podrá detenerse para dar espacio al cambio? ¿Se podrán generar ciertos consensos mínimos de respeto a la naturaleza, los ecosistemas y la vida? ¿Podrá replantearse el consumo superfluo y abrazar nuevos modelos de vida como el minimalismo? ¿Podremos escapar de las nuevas ciencias de la mente y la industria de la persuasión que influyen en nuestras emociones y nos incitan a comprar cada vez más? ¿No será este un momento de crisis que nos permita volver a lo sencillo y verdaderamente importante en la vida? ¿Qué valores y principios regirán nuestras vidas? ¿No es el sistema hiperconsumista una bomba de tiempo para la supervivencia de la vida en el planeta? En pocas palabras, el resultado final dependerá de replantearse todas estas cuestiones y de un cambio de paradigma cultural.
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