Impacto social de la economía: el 18 % tiene síntomas de ansiedad y depresión

Así lo mostró un informe del Observatorio de la Deuda Social Argentina. El porcentaje se duplica entre quienes viven en situación de pobreza o indigencia.

Impacto social de la economía: el 18 % tiene síntomas de ansiedad y depresión

El porcentaje de personas que sufren ansiedad o depresión aumenta a medida que crecen las carencias económicas.

Sociedad

Unidiversidad

Verónica Gordillo

Publicado el 05 DE NOVIEMBRE DE 2018

El 18,7 % de la población urbana presenta algún tipo de sintomatología ansiosa o depresiva, el 18,2 % se siente poco satisfecho con su vida y 1 de cada 3 personas se siente poco o nada feliz. Esos indicadores se duplican y hasta triplican entre los ciudadanos que viven en situación de pobreza o indigencia.

Estos fueron los resultados del informe Impacto de los factores económicos sobre el bienestar subjetivo en la población adulta de la Argentina, realizado por el Observatorio de la Deuda Social Argentina (ODSA) de la Universidad Católica Argentina (UCA). La investigación se realizó durante el tercer trimestre de 2018 en los conglomerados urbanos del país, incluido el Gran Mendoza. Se analizó la situación de 5800 hogares con población de 18 años o más.

Los resultados evidenciaron que a medida que aumentan las carencias en los hogares (tanto por ingresos como por falta de acceso a derechos sociales y económicos), también se incrementan en forma notoria las posibilidades de padecer malestar psicológico.

Pese a esto, el estudio permite determinar que, si bien el bienestar subjetivo de las personas y el económico-material se vinculan, no necesariamente se determinan mutuamente. Por ejemplo, el trabajo mostró que el sentimiento de felicidad se ve menos afectado por la condición de pobreza en comparación con otro indicadores, ya que en este caso, las personas lo asociaron con una carga afectiva.

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Mucho más que ingresos

Los investigadores pusieron el acento en el análisis del bienestar subjetivo del individuo. La fundamentación teórica fue que el desarrollo humano integra dimensiones que superan los factores asociados a las condiciones materiales de vida, que durante años fueron considerados como los únicos necesarios para que las personas tengan una vida plena.

Para analizar el nivel de bienestar subjetivo de los ciudadanos, se tomaron en cuenta distintas variables que se unificaron en tres grupos: la condición económica (recursos monetarios, alcance de derechos sociales y económicos), los factores sociodemográficos y espacio de residencia, y los factores de integración social (falta de realización de actividad física, de familia, amigos, de actividades religiosas o sentimiento de pertenencia a un grupo discriminado). Estos se cruzaron con distintas variables: malestar psicológico, poca satisfacción con la vida, sentirse poco o nada feliz, afrontamiento negativo de los problemas (negarlos o evadirlos) y creencia del control externo (sensación de estar a merced del destino).

 

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Malestar psicológico

Los resultados evidenciaron que el 18,7 % de la población urbana tiene algún tipo de sintomatología ansiosa o depresiva, el 18,2 % se siente poco satisfecho con su vida y casi 1 de cada 3 se siente poco o nada feliz.

En cuanto a la forma en que las personas enfrentan sus problemas, el 23,7 % manifestó un afrontamiento negativo (evade o niega la situación), mientras que el 11 % presentó creencia de control externo (sensación de estar a merced del destino).

El informe concluyó que la condición de pobreza incrementa de manera notoria las posibilidades de padecer malestar psicológico, experimentar poca satisfacción con la vida, sentirse poco o nada feliz, así como también la probabilidad de afrontamiento negativo o creencia de control externo. De acuerdo al informe, las personas que viven en hogares con al menos una carencia relativa a derechos sociales o económicos (alimentación, salud, servicios básicos, vivienda, educación, seguridad social, entre otros) duplican la proporción de la población con sintomatología ansiosa y depresiva, en comparación con aquellos que no sufren esas carencias.

El estudio determinó, para todos los indicadores de bienestar, una incidencia menor para los que no son pobres ni vulnerables por carencias. En cambio, demostró que las situaciones de pobreza multidimensional, que suman carencias de ingresos y de derechos, multiplican las posibilidades de que las personas presenten algún aspecto de malestar subjetivo.

Los resultados no mostraron la misma lógica al analizar el sentimiento de felicidad, que es el menos afectado por la condición de pobreza en comparación con el resto de los indicadores subjetivos. La razón fue que los individuos asociaron el sentimiento de felicidad con una carga valorativa afectiva (emociones, familia, estados de ánimo) superior al resto de los aspectos evaluados.

De acuerdo al informe, los factores económicos que más incidieron en el grado de malestar psicológico fueron la inseguridad alimentaria y el déficit en la cobertura de salud del hogar. En este sentido, entre los individuos con dichos déficits económicos, las chances de malestar psicológico se duplicaron respecto de la población con seguridad alimentaria y acceso a cobertura de salud.

Otro aspecto considerado fue cómo se sienten las personas en relación con su vida. El 18,2 % declaró estar insatisfecha o poco satisfecha con la vida, porcentaje que aumentó entre los individuos que tienen carencias económicas.

El 23,7 % de los consultados mostró un estilo negativo de afrontamiento de los problemas (evadir o negar la situación) y el 11 % dijo sentir que está sometido al destino (sensación de que no pude cambiar el rumbo de su vida). Estos porcentajes se incrementaron entre quienes sufren carencias materiales y vulneración de derechos, tanto sociales como económicos.

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