Las encuestas electorales están bajo la lupa: cómo reconocer las que son confiables

Los sondeos muchas veces no expresan lo que termina sucediendo en las urnas. El comportamiento de la ciudadanía y los requisitos para una buena encuesta, en palabras de dos especialistas.

Las encuestas electorales están bajo la lupa: cómo reconocer las que son confiables

Foto: Kaisen Group

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Unidiversidad

Mariano Rivas

Publicado el 09 DE SEPTIEMBRE DE 2021

Las encuestas políticas son información. Les sirven a las y los funcionarios para ir midiendo el éxito y el fracaso de las medidas que toman. También son útiles para los partidos políticos a fin de decidir los nombres que ocupan las listas en una elección. A la sociedad le pueden servir para repensar o terminar de decidir el voto. Su utilidad no está puesta en duda, pero en los últimos años, sí lo está su fiabilidad.

Los sondeos de intención de voto son los que más resuenan y antes de las elecciones están en la mira. Basta con recordar las PASO de 2019, cuando muchas consultoras pronosticaban unas primarias parejas entre Alberto Fernández y Mauricio Macri. En contraste, los resultados finales terminaron marcando una distancia de más de 15 puntos a favor del primero.

Unidiversidad entrevistó a la socióloga Andrea Blazsek, que también es docente en la cátedra de Metodología de las Ciencias Sociales de la carrera de Sociología. Ella remarcó que las encuestas que miden la intención de voto recogen expresiones verbales, en un determinado contexto, de una intencionalidad determinada que luego puede verse concretada o no en el día de la votación.

“Entre la respuesta de los/las encuestados/as en un determinado contexto y momento y la emisión efectiva del voto en el cuarto oscuro, median una serie de factores que no siempre son visibles o posibles de captar por la encuesta –profundizó Blazsek–. Pueden surgir dinámicas sociales y políticas, y también comportamientos de respuesta de las personas encuestadas, ante los cuales la encuesta encuentra sus límites”. Por ejemplo, se considera que el resultado de las encuestas puede llegar a modificar el voto de sectores de la ciudadanía. Esto tiene relación con una de las funciones que cumplen las encuestas para la sociedad, mencionadas por el politólogo, docente y director de la carrera de Ciencias Políticas, Julio Aguirre: el voto útil o voto estratégico.

En la práctica, el voto útil consiste en que alguien que planea votar a un determinado espacio al que considera con pocas probabilidades de vencer, y con el que comulga ideológicamente, modifique su voto en función de las “probabilidades reales”. Así, se vota a un candidato más fuerte y se debilita al que menos se quiere, polarizando los resultados.

Foto: Unidiversidad

“Muchas veces las personas no saben realmente a quién quieren votar, pero sí saben quién no quieren que gane. Frente a ese escenario, la información que proveen las encuestas puede ayudarlas a definir a quién votar, justamente para buscar el propósito de que no gane determinada fuerza política”, explicó el politólogo. Eso podría ser una razón que explique en parte por qué a veces no se corresponden las encuestas con los resultados finales de los comicios. Otra es el margen de error, ya que, como explicó Blazsek, “toda encuesta, por ser un relevamiento mediante la aplicación del muestreo, tiene un determinado margen de error que se debe calcular y explicitar”.

 

La muestra

Blazsek definió a la encuesta como una técnica de recolección de datos que debe cumplir con requisitos propios de las ciencias metodológicas. “Implica conocimientos y saberes metodológicos y experiencia empírica que es necesario conjugar”, agregó. De esa definición se desprende que existen encuestas bien hechas y encuestas mal hechas.

Lo primero que una encuesta necesita para ser fiable es tener una muestra adecuada. Primero se segmenta a la población, que es el universo de personas que toma el estudio. En el caso de las encuestas de intención de voto, la población sería toda la ciudadanía en condiciones de votar. De esa población, se toma una muestra: son esas y esos individuos que efectivamente responden la encuesta.

Foto: Unidiversidad

“La sociedad es muy heterogénea. (…). No es lo mismo una encuesta a 300 personas por teléfono que una encuesta presencial de 5000”, sostuvo Aguirre. El politólogo puso bastante énfasis en el tipo de encuesta, que puede ser presencial, telefónica o virtual, siendo la más confiable la primera.

Al muestreo y a la modalidad de la encuesta, se le suma el diseño del cuestionario. Este debe abarcar la mayor cantidad de respuestas posibles, que a su vez deben estar bien claras y diferenciadas entre sí.

En síntesis, Blazsek enumeró de la siguiente forma los aspectos que deben explicitarse y que hacen a la fiabilidad de la encuesta:

  • Cómo se diseñó la muestra;
  • Cómo se seleccionaron los casos;
  • Márgenes de error y niveles de confiabilidad;
  • Tipo de relevamiento realizado;
  • Modalidad de aplicación (telefónica, presencial o virtual);
  • Características de la población que se estudió.

 

“La encuesta es solo un elemento más”

Las encuestas son un conjunto de información que permite adaptar y mejorar las estrategias de los partidos, pero que viene a complementar y no a reemplazar al trabajo de campaña política y de militancia, sostuvo Aguirre. “Hay una cierta intuición que tienen los políticos sobre lo que está pasando en la sociedad. Muchas veces los mismos políticos ven algunas encuestas y las obvian porque consideran que están equivocadas, y muchas veces esa intuición de los políticos es más certera (…) Entonces, la encuesta es solo un elemento más”, remarcó el docente, que sostuvo que no considera que estén fallando más que antes.

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