Los nuevos hábitos y las tácticas de compra que impuso la inflación en Mendoza

El alza del costo de vida no da tregua y en la provincia golpeó duro en la calidad de los productos y servicios que se compran. Cuáles son las tendencias y comportamientos en los circuitos comerciales.

Los nuevos hábitos y las tácticas de compra que impuso la inflación en Mendoza

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Federico Kruger

Publicado el 20 DE ABRIL DE 2023

La inflación es un mal enquistado en la Argentina desde hace décadas. Tanto en tiempos de dictadura como bajo los gobiernos democráticos, el costo de vida se volvió una variable inmanejable para las diferentes administraciones, salvo durante el corset de la convertibilidad que luego trajo más desgracias que fortuna. La constante alza inflacionaria generó en esta época una triste nueva categoría: pobres formales, personas con empleo en blanco que aún así no alcanzan a cubrir la canasta alimentaria con lo que ganan, más allá de las mejoras que arrime cada paritaria.

Los últimos registros del INDEC y la DEIE,  correspondientes a marzo, generaron un sacudón que, pese a su magnitud, rápidamente pareció ser ganado por la resignación y la apatía social macerada en cada ticket de almacén o supermercado. El 8,3% de aumento del costo de vida a nivel provincial (7,7% a nivel nacional) rompería los cimientos de cualquier gobierno en el acto, pero en Argentina nos hemos acostumbrado a vivir con el pulso de la zozobra que nos aprieta el pecho.

Verdaderos artesanos de la vida, incorporamos la inflación a nuestra cotidianeidad, a nuestros hábitos de consumos tanto rutinarios como recreativos. Recortando, haciendo malabares, disimulando, posponiendo o directamente velando gustos. Cada mes se ha vuelto una procesión martirizante en la mayoría de los casos. Y en los distintos rubros de la economía esta realidad se ha impreso a fuego. Pero, qué es lo que ocurre en Mendoza.

Cómo impacta la inflación en el mapa del consumo en Mendoza

En la provincia, los cambios de hábitos en el consumo se actualizan a medida que la inflación pisa más fuerte. Y esto se vuelve evidente en un rubro tan sensible como el de alimentos y bebidas. Rubén David, gerente de uno de los mayoristas más conocidos de Mendoza, explica a Unidiversidad que "el consumo se cayó en cuanto a la calidad. Si antes llevabas fideos candeal, ahora solo de trigo, lo mismo si llevabas una lenteja grande ahora llevas un envase chico, se consume aceite mezcla en detrimento del girasol. Eso es lo que se cambió". En definitiva, David puntualiza: "Bajó la calidad del consumo", con todo lo que eso implica.

El profesor de finanzas públicas de la UNCUYO, Víctor Diblasi, señala a Unidiversidad que "la sustitución de la proteína" es una de las consecuencias directas más gravitantes de los cambios que la inflación impone en los hábitos de consumo. "La gente reemplaza la proteína, la carne sube todos los meses, entonces no compro más carne de vaca y paso a comprar carne de pollo. Se da una relación de sustitución entre la carne de pollo, de cerdo y de vaca".

Pero en medio de la crisis inflacionaria que golpea al consumo se da una escena que puede resultar, al menos en apariencia, contradictoria: estos es que los espacios recreativos y gastronómicos mantienen cierta afluencia de clientes. Salas y restaurantes con un flujo aceptable de clientes que pagan sus respectivos tickets. ¿Por qué?  

El secretario de la Asociación Empresaria Hotelero Gastronómica de Mendoza, Fernando Barbera, responde a esta incógnita. "La gente hace este análisis: es muy poco lo que puedo ahorrar, no puedo viajar, entonces 'me la gasto en entretenimiento, voy a comer, voy al cine'". Un consumo que funciona como placebo para olvidar por un rato la dura realidad. Barbera amplía: "La inflación hace que sientas que la plata se te diluye en las manos y como no podés gastarla en muchas otras cosas, decidís gastarla en entretenimiento. El punto es que el mercado de la gente que no tiene hijos, solteros o personas con hijos grandes tiende a consumir más que las familias, en las familias el impacto inflacionario golpea en la canasta familiar, les sube el supermercado, la cuota del colegio, entonces en ese segmento sí baja el consumo".

La búsqueda del financiamiento y las compras cooperativas

Diblasi explica que otra de las formas básicas de pelearle a la inflación es el modo de financiar el consumo. "Uno trata de no renunciar al nivel de consumo que tiene. Por eso va cambiando de marcas o aprovecha las promociones, la devolución del 35% en la tarjeta. Muchos esperan el fin de semana para la devolución de esa compra, esperan promociones como un 3 por 2 o 4 por 3, lo cual te lleva a insumir más tiempo que antes para tratar de defenderse del aumento de precios".

Es que el financiamiento se vuelve imprescindible en una época en que el efectivo dura cada vez menos y la tarjeta de crédito pasa a ocuparse para gastos comunes y corrientes, y ya no para excepciones. Las promociones, ofertas y cuotas sin interés son una forma de escaparle a ese pesado resumen de la tarjeta que se acumula cada vez y que conviene pagarlo en su totalidad y nunca el mínimo, por los onerosos intereses que supone. 

La forma de comprar también se reformatea como producto de la inflación. Las compras cooperativas buscan aprovisionarse de la mercadería necesaria a un precio menos costoso. La gente se asocia para comprar en la feria. "Se juntan dos o tres vecinos para comprar en la feria de Guaymallén, entre varias familias se juntan en mayoristas para comprar verduras y artículos de limpieza", observa Diblasi. 

El test del changuito

Otro rasgo de la deriva inflacionaria radica en el comportamiento de los consumidores al llegar a la caja del supermercado. Así lo grafica David: "Vemos que el cliente primero saca del carrito todos los productos de primera necesidad y ve cuánto es el ticket. Luego, va pasando hasta el monto que le alcanza. Los productos de más necesidad son lo primero, los gustos es lo que se deja. Difícil ver en un carrito que queden harinas, aceites, azúcar o yerbas, o productos como fideos. Lo que quedan son alfajores, chocolates, galletas, budines. Productos de mayor calidad, sobre todo de limpieza y perfumería. Ahí se nota la caída del consumo, en esos productos que nosotros llamamos premium".

Este problema inflacionario se acentúa eterna y asimétrica carrera de precios y salarios. Diblasi sostiene que "la inflación es cada vez más grande. Todo este procesos de cambiar hábitos es cada vez más costoso porque los precios están distorsionados. Los cambios relativos de precios hace que no haya precios homógeneos. Además, los precios no se ajustan todos a la misma vez, si hubiera un 6% de inflación mensual y todo sube a la vez, o sea en precios y salarios, estaríamos en una ilusión monetaria y no te darías cuenta. Pero esto no ocurre, el 6% de inflación es para bienes y servicios pero no para los sueldos. Ahí se produce la desigualdad, y ni hablar de la gente que está en la informalidad, que es la que peor la pasa".

Inflación, elecciones, incertidumbre

Para Barbera es una combinación fatal para el comercio, porque la incertidumbre electoral le suma más combustión al costo de vida. "En tiempos de elecciones vuelve a retraerse el consumo por miedo a perder el trabajo y los ingresos. Cuando salen, ciertos segmentos lo hacen de forma restringida, compartiendo platos, gastando poquito, pero claro está que es muy diferente de acuerdo al segmento".

La carrera electoral supone una carrera de dudas sobre el porvenir. Los diferentes especialistas, como Diblasi, plantean un escenario brumoso en un contexto en el que a las personas el efectivo se les acaba cada vez más cerca de la mitad o directamente de principios de mes. Y los distintos pronósticos para la inflación de abril la ubican en un rango alto, debido a la inercia que arrastra de marzo: el costo de vida de este mes subiría un 6,5%.

Y la inflación también es alimentada por las complicaciones de la economía argentina para importar, que también reducen la calidad del consumo. Así lo resume David: "Es algo que venimos viendo hace varios años. Se deteriora el consumo y tampoco hay mucha variedad de productos que ofrecer, ya que las fábricas están complicadas y fabrican poco. Tienen restricciones con los insumos de importación, con los componentes, por ejemplo, la harina se hace acá pero la bolsa cristalina o la tinta vienen de afuera, entonces como no tenés esos elementos no se puede terminar el producto, el papel cristalino hace seis meses que no lo conseguimos y vamos a tener que envolver con un papel que nada tiene que ver con nuestros productos".

Fuente: Unidiversidad

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