Tres provincias ya tienen ley de gestión menstrual: ¿qué pasa con Mendoza?

Se trata de Tucumán, San Luis y Catamarca. En Mendoza, hay algunas iniciativas municipales y un proyecto presentado en la Legislatura hace ya tres años que no tiene respuesta. Una inequidad con impacto económico, social y sanitario.

Tres provincias ya tienen ley de gestión menstrual: ¿qué pasa con Mendoza?

Imagen: Tribuna Feminista

Sociedad

Unidiversidad

Unidiversidad / Julia López

Publicado el 20 DE AGOSTO DE 2021

Esta semana, San Luis y Catamarca sancionaron leyes de gestión menstrual. En abril de 2021, Tucumán había sido la primera en aprobar una legislación al respecto. Mendoza, salvo algunas ordenanzas o proyectos municipales, no cuenta con una normativa general que aborde la problemática de la desigualdad a la hora de disponer de insumos para la menstruación y reconozca el derecho igualitario a su acceso.

El Programa de Sensibilización y Concientización en Gestión Menstrual Sostenible, sancionado por la legislatura puntana, contempla la promoción de artículos menstruales de bajo impacto para el ambiente. Se propone “minimizar la marcada desigualdad entre personas menstruantes y no menstruantes”, garantizar el acceso a la información y promover la difusión y el uso de productos de gestión menstrual. Alternativas como la copa menstrual o las toallas reutilizables no solo son cuidadosas del ambiente, sino también alternativas más saludables. 

Por su parte, el Programa Provincial de Gestión Menstrual de Catamarca reconoce el derecho al acceso efectivo y gratuito de productos e insumos para la menstruación. Está destinado particularmente a proveer elementos de gestión menstrual a personas en situación de vulnerabilidad socioeconómica.

En Mendoza se sostiene un intento desde 2018. La senadora provincial Andrea Blandini (de Unidad Ciudadana) presentó el proyecto de ley 72052 de creación de la  “Ley de Gestión Menstrual”. En su momento, el expediente fue enviado a tres comisiones: Salud, Género y Hacienda y Presupuesto. Según relató la legisladora a Unidiversidad, se logró que saliera de Salud con despacho favorable hacia Hacienda, comisión que “se ha reunido por muy pocas cuestiones”, todas relacionadas con la COVID-19 y con presupuestos especiales para abordar la pandemia. 

Esta semana, el presidente de la comisión, Diego Costarelli, “accedió a que el expediente fuera enviado al Ejecutivo”. La senadora explicó que buscan que desde Hacienda emitan “un dictamen en relación con la posibilidad de que los insumos de gestión menstrual” sean contemplados en el presupuesto provincial para 2022. “Lo que se necesita es presupuesto económico para poder garantizarlo, al menos, en los sectores con mayor necesidad”, puntualizó Blandini.

No es menor que, junto con una política que facilita el acceso a insumos menstruales, se alimente, al mismo tiempo, la educación al respecto: saber cómo usarlos, cada cuánto tiempo cambiarlos, qué contraindicaciones pueden tener. “El proyecto contempla la educación sexual: cada vez que el Estado entregue el insumo menstrual, deberá acompañarlo con sugerencias, consejos, recomendaciones hacia la salud reproductiva y sexual de todas las cuerpas menstruantes”, concluyó la senadora. 
 

¿Por qué es importante una ley?

Una ley provincial que unifique el reconocimiento del derecho al acceso igualitario a insumos menstruales tiene “varios puntos fundamentales”, explicó Andrea Blandini: uno, empezar a eliminar los tabúes en torno a la menstruación; otro, intentar equilibrar una desigualdad económica histórica entre géneros, que desfavorece a mujeres y otras personas menstruantes que tienen que destinar dinero obligatoriamente para la compra de estos insumos. Además, la importancia radica en el cuidado de la salud de quienes, por falta de recursos materiales y simbólicos, utilizan “insumos inadecuados, incluso poco higiénicos”, aseguró la senadora. Por último, es una realidad que el acceso limitado a productos de gestión menstrual hace que las mujeres y personas menstruantes “no asistan a sus trabajos y los pierdan”, o dejen de asistir a establecimientos educativos de cualquier nivel hasta retrasarse en sus estudios o abandonarlos.

Algunos municipios han avanzado en la aprobación de programas u ordenanzas de gestión menstrual. Tal es el caso de San Rafael, Luján de Cuyo, La Paz, Maipú o Godoy Cruz, que “han asumido la responsabilidad y la toma de conciencia” sobre este tema que siempre ha sido no solo invisibilizado, sino también tratado como tabú.

También existe una iniciativa en el Congreso de la Nación que unifica todavía más el reconocimiento de los derechos. Diez diputadas y diputados, con Mayra Mendoza a la cabeza, presentaron en 2019 un proyecto de ley que contempla la creación de un programa nacional de salud menstrual. El expediente ha girado entre las comisiones de Acción Social y Salud Pública, Mujeres y Diversidad, y Presupuesto y Hacienda, pero aún no tiene tratamiento en el recinto. 

Los Objetivos de Desarrollo Sostenible del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo incluyen la igualdad de género en su quinto ítem. Todas las iniciativas locales, provinciales y nacionales de gestión menstrual se inscriben en la “agenda 2030”, impulsada por la ONU.
 

La desigualdad económica

La adquisición de productos de gestión menstrual influye directamente en el bolsillo de las mujeres y todas las personas con capacidad de menstruar, y contribuye a la feminización de la pobreza. Estos insumos no son considerados una necesidad básica, sino de uso “cosmético”. Por esa razón, incorporan a su precio no solo el IVA, sino también el “impuesto rosa”, es decir, un coste adicional que tienen los productos cuando son destinados al colectivo femenino. 

Según la campaña Menstruacción, de Economía Femini(s)ta, en Argentina, los hombres ganan –en promedio– el 27 % más que las mujeres. A la vez, hay un gasto fijo, que no es optativo y los varones no tienen, destinado a insumos para gestionar la menstruación. En 2020 representó un monto de entre $ 2930 y $ 3780, a lo que se suma una inflación interanual del 50,2 %, según datos del Indec.

“Por razones que no elegimos, se nos impone un gasto que los hombres, que ya de por sí tienen ingresos más altos que las mujeres, al no menstruar, no tienen”, especifican Mayra Zak y Amalia Arias Gozurreta en el artículo “¿Cuánto cuesta menstruar?”.

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