Un informe determinó que Mendoza tiene casi un millón y medio de hectáreas de bosque nativo

La provincia concluyó la actualización del ordenamiento territorial de estos ecosistemas, que se tratará en la Legislatura. Es una herramienta clave para la preservación. La especie más extendida es el algarrobo dulce.

Un informe determinó que Mendoza tiene casi un millón y medio de hectáreas de bosque nativo

Los bosques nativos son vitales para muchas comunidades, como las del secano lavallino. Foto: Gentileza Pablo Villagra.

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Verónica Gordillo

Publicado el 08 DE NOVIEMBRE DE 2023

“Nuestro bosque es pequeño, pero nos da vida”, dice Rubén Quiroga, presidente de la Comunidad Huarpe de Lagunas del Rosario, en Lavalle. Los algarrobos y chañares que cuidan Rubén y su comunidad son parte del 1.450.000 hectáreas de bosque nativo que hay en Mendoza, según el último informe que elaboró un grupo de profesionales y que se analizará en breve en la Legislatura.

¿Por qué un bosque pequeño de algarrobos es sinónimo de vida en el secano lavallino y en otras zonas de Mendoza? Rubén responde. Cuenta que esos árboles les brindan alimento para las familias y los animales, madera, que son hábitat de muchas especies y que aportan sombra, un bien preciado en ese paraje. Todo esas razones juntas, son igual a vida para Rubén y su comunidad. 

A lo largo de 2023, la provincia realizó el proceso de actualización del Ordenamiento Territorial de los Bosques Nativos (OTBN), una obligación establecida en la Ley nacional 26.331 de Presupuestos Mínimos (marca el piso sobre el que las provincias deben legislar en materia ambiental) y en consonancia con las normales locales. El objetivo de contar con una evaluación periódica es establecer políticas públicas para su conservación y uso sostenible. 

En 2010 Mendoza concretó el primer informe, que determinó la existencia de 2.000.0000 de hectáreas de bosque nativo. Ahora, ese número se ubicó alrededor de 1.450.000 hectáreas (la cifra final surge en el tratamiento legislativo), reducción que no se debió a una pérdida de superficie, sino a modificaciones y mejoras en la metodología de mapeo, según explica a Unidiversidad el investigador principal del Instituto Argentino de Nivología, Glaciología y Ciencias Ambientales (Ianigla), del CCT Conicet, y coordinador técnico del trabajo, Pablo Villagra.

El profesor de la Facultad de Ciencias Agracias de la UNCUYO comenta que en el último informe, cuyo proceso lidera la Dirección de Recursos Naturales Renovables, se focalizaron en tres desafíos. El primero fue ajustar la metodología en base a las sugerencias que hizo la Dirección Nacional de Bosques, el segundo, incorporar criterios sobre los que no existía información y, el tercero, mejorar el proceso participativo de pobladores, que en la etapa anterior fue pobre. Ahora, se concretaron encuentros con comunidades de toda la provincia, en los que participaron 700 personas y se realizaron 150 encuestas.

El investigador principal del CCT Conicet, Pablo Villagra, destacó la riqueza del bosque nativo. Foto: Unidiversidad.

Bosques de zonas áridas

Aunque existen muchas definiciones de bosque nativo, para realizar el informe tomaron la del Consejo Federal de Medio Ambiente (Cofema), que es la validada para concretar un mapa nacional. La misma contempla una superficie mínima de media hectárea, árboles autóctonos con una altura de 3 metros y con un 20% de cobertura, es decir la proporción del suelo cubierta por la copa.

En bosque nativo de Mendoza corresponde a la zona árida, cuya limitación es el agua, por lo que durante gran parte del año soporta estrés hídrico. Esto —comenta Villagra— implica características específicas: son bosques abiertos, con árboles más aislados, con menor proporción de cobertura de la copa en relación al suelo y con hojas más pequeñas.

La especie más extendida es el algarrobo dulce, que según cuenta el investigador tiene un sistema de adaptación para sobrevivir: cuenta con raíces profundas que exploran hasta llegar el agua subterránea y con eso suplementa la de lluvia, que no le alcanza para vivir. Además de este árbol insignia, también existen bosques de chakay, maiten o luma, chañar brea, calden y tala, que no es una especie local, sino de San Luis.

Una herramienta de manejo

De acuerdo al informe, el bosque nativo se extiende a lo largo de la provincia y se concentra en cuatro grupos cuya especie dominante es el algarrobo: Telteca, ubicado en Lavalle; el de La Paz, correspondiente al delta del Tunuyán; el de Santa Rosa (incluye la reserva Ñacuñan) y el de General Alvear. A esos se suman los bosques de chacay, en la zona de cordillera.

En cuanto a la superficie que abarcan, General Alvear tiene la mayor, pero a su vez es la más afectada por los incendios producidos en los últimos años. En el otro extremo están los bosques ubicados en la cordillera, ya que entre todos suman 2.000 hectáreas, pero su aporte al ecosistema es muy valioso.

El trabajo no solo determina cuántas hectáreas de bosque nativo existen, sino que también los clasifica en tres grupos: rojo, de alto valor de conservación y que no debería transformarse; amarillo, que no debe modificarse, pero se puede utilizar para distintas actividades con planes de manejo adecuados y verde, en los que se puede cambiar algunos aspectos, siempre con una planificación. El último informe ubica casi el 90% de la superficie en amarillo.

El primer Ordenamiento Territorial de Bosques se realizó en 2010 y en 2023 se concretó la actualizó este año. Fuente: CCT Conicet.

El doctor en Biología asegura que el trabajo es una herramienta de manejo para la provincia, porque cada actividad que se realice en las zonas permitidas debe ser analizada y planificada con el fin de conservar los bosques nativos. Esto, teniendo en cuenta que sobre estas áreas existieron y existen diversas presiones: desde el asentamiento urbano, la ganadería intensiva y los incendios, entre otras.

Villagra subraya las dos características funcionales de los bosques de zonas áridas. La primera es que son foco de diversidad, no solo por la gran cantidad de organismos que albergan, sino porque su sombra permite que aniden plantas y animales, que de otro modo no soportarían las condiciones extremas. La segunda, es que son foco de productividad, porque como utilizan el agua subterránea toda la zona tiene una productividad mayor que otra con la misma aridez, por lo que siempre fueron centrales en la vida de muchas comunidades. 

“Estos bosques han sido fuente de subsistencia de las poblaciones nativas y también han subsidiado el desarrollo de los oasis durante siglos, porque si te pones a pensar toda la madera de la vitivinicultura provenía de los bosques de algarrobo, el gas pobre que se usaba para la iluminación de las ciudades, la leña, el carbón, la madera para construcción, para los ferrocarriles, todo provenía de los bosques de algarrobo. Esto hizo que los bosques de zonas áridas se fueran degradando, porque se han usado mucho y tienen poca capacidad de recuperación, por eso es importante contar con la información de este ordenamiento, que es una herramienta de manejo, porque define qué tipos de usos se le puede dar a cada área”, explica el investigador.

La especie más extendida en el bosque nativo de Mendoza es el algarrobo dulce. Foto: Gentileza Pablo Villagra.

Un bien comunitario

Esas características funcionales del bosque de las que habla Villagra son las que comprueba a diario Rubén, que vive con su familia en un puesto en Lagunas del Rosario, en Lavalle, a 150 kilómetros de la Ciudad de Mendoza.

Rubén dice que utilizan y cuidan el bosque por todos los beneficios que le brinda a la comunidad. Foto: Gentileza Rubén Quiroga. 

El hombre destaca la importancia de haber participado como comunidad en la elaboración del informe de bosques, porque para las familias es un bien preciado que utilizan y cuidan por todos los beneficios que les brinda.

Rubén cuenta que el bosque se redujo mucho, que las generaciones anteriores les contaban sobre la amplitud del mismo. La razón, dice, es que durante años se trasladó la madera hacia los oasis sin controles, lo que degradó ese ambiente. Por eso, resalto que hoy lo utilizan, pero preservándolos.

Otro de los aspectos que afectó al bosque es la falta de agua, que también está relacionado con la utilización del recurso para el oasis en detrimento de esas comunidades, porque se secaron las lagunas. Ahora —cuenta el hombre— la escasez se intensificó en los últimos años, lo que afecta la vida y las formas de subsistencia de las comunidades.

El presidente de la comunidad huarpe resalta los beneficios que les brinda el bosque. Cuenta que los árboles los alimentan, que juntan la vaina con la que hacen harina y patay, que también sirve como forraje para los animales. Además, les dan sombra, por lo que son un refugio para las personas y los animales y que utilizan la madera, pero solo cuando se seca un ejemplar, con la intención de preservarlos. “Utilizamos los algarrobos y también los cuidamos, porque nuestro bosque es pequeño, pero nos da vida”, resume Rubén.

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