Infancias y adolescencia en pandemia: aumentaron los casos de violencia familiar y sexual
Fernanda Distéfano y Mayra Vega, especialistas en psicopedagogía y psicología del Hospital Universitario, brindaron detalles sobre esta problemática que genera dificultades a nivel psicológico, cognitivo y escolar.
Foto: La Nación
Unidiversidad / Ángeles Balderrama
Publicado el 07 DE JUNIO DE 2021
Con el inicio de la pandemia y la cuarentena estricta, las familias se vieron obligadas a convertir la casa en un espacio de trabajo, estudio y hasta de recreación. Sin embargo, luego de varios meses conviviendo las veinticuatro horas, el nivel de estrés y ansiedad creció, y muchas niñas, niños y adolescentes estuvieron atrapados en un espiral de violencias. Según el programa “Las Víctimas contra las Violencias” del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos, durante la pandemia crecieron el 54 % los casos de violencia familiar y sexual en Argentina. En este contexto, las especialistas del Hospital Universitario Fernanda Distéfano, psicopedagoga, y Mayra Vega, psicóloga, brindaron detalles sobre la problemática.
“Comparando la situación anterior al aislamiento con el ASPO, ha crecido el 54 % el total de niñas, niños y adolescentes víctimas de violencia familiar y sexual. En él, podemos observar que hay un mayor porcentaje que se inclina hacia la población femenina, como mayor sujeto de violencia en comparación con la masculina. También es importante ver que, desde los 12 a los 17 años, comienza a aparecer la población transgénero como un sujeto receptor de la violencia”, expresó la psicopedagoga Fernanda Distéfano.
En este sentido, se considera maltrato infantil a cualquier daño físico o psicológico no accidental contra un menor, ocasionado por sus cuidadores, que ocurre como resultado de acciones físicas, sexuales o emocionales de omisión o comisión, y que amenaza el desarrollo normal, tanto físico como psicológico en el infante. Para la psicóloga Mayra Vega, el aislamiento en casa contribuyó al aumento de la violencia familiar.
“La pandemia modificó el contexto en el que viven los niños, las niñas y adolescentes con la interrupción de la rutina cotidiana, y provocó que pasaran más horas en la casa. Esto generó un estrés adicional en madres, padres o cuidadores, a los que además se les suma la incertidumbre frente a la situación de sanidad, la incertidumbre laboral y la económica. Entendemos que estos factores han agregado algunas cuestiones significativas para que aumente la violencia familiar”.
En específico, desde octubre de 2019 hasta marzo de 2020, antes del inicio del Aislamiento Social, Preventivo y Obligatorio (ASPO), la línea 137 para llamados e intervenciones domiciliarias registró 2324 casos de violencia sexual y familiar, de los cuales 1591 corresponden a violencia sexual y 733 eran de violencia familiar. Sin embargo, entre abril y septiembre de 2020 (con ASPO), se registraron 3575, de los cuales 1658 fueron denuncias de violencia sexual y 1917 fueron de violencia familiar.
Además, el programa indica que, del total de víctimas, el 37 % del hechos de violencia sexual se produjo en el hogar, el 29,4 % ocurrió a través de redes sociales y apps de mensajería, el 1,7 % fue en la vía pública y el 1,3 % sucedió en el ámbito educativo. Por otro lado, el 25,7 % afirmó no saber dónde sucedió el hecho.
“En la infancia se da un proceso de desarrollo afectivo en el que se produce la construcción de la identidad, de la autoestima, de la autoseguridad, autoconfianza en el mundo que lo rodea, a través de interacciones con adultos y pares. Sin embargo, algunos estudios documentan que la violencia en la infancia puede generar problemas de salud física y mental durante toda la vida, mayor sensibilidad al estrés, trastornos del estado de ánimo y tendencia a la depresión, ansiedad y trastornos psicóticos. También trastornos de la comunicación, de las relaciones, del comportamiento alimentario, abuso de estupefacientes, vinculación con la violencia, suicidio y hasta delincuencia”, remarcó Vega.
A mayor violencia, mayor dificultad neurológica y escolar
La violencia familiar traspasa el ámbito del daño físico, genera dificultades en el desarrollo neuronal y, por consiguiente, dificultades en la situación escolar. Para la psicopedagoga Fernanda Distéfano, mientras más temprano sea el maltrato, a nivel del desarrollo del sistema nervioso central, mayor será el impacto a futuro. “El maltrato va a generar inhibición de la neurogénesis, es decir, creación de nuevas neuronas, retrasos en los procesos de mielinización, alteración en la sinapsis y en la poda neuronal, especialmente en etapas muy tempranas del desarrollo, y afectaciones a neurotransmisores y hormonas”.
“Nos vamos a encontrar un niño hipervigilante a los estímulos del ambiente, que ante cualquier signo puede interpretarlo como amenazante y, en consecuencia, responder con una conducta agresiva o disruptiva. A nivel del rendimiento cognitivo, se habla de una menor ejecución de las funciones cognitivas, y probablemente las verbales van a ser las que más va a perder. Si hablamos de puntuación de inteligencia en los test, seguramente una disminución de 10 a 15 puntos. También se pueden visualizar menores rendimientos en habilidades motoras, especialmente gruesas, y disminución de habilidades de memoria y atención que tengan mucha relación con lo auditivo-verbal”, afirmó Distéfano.
En tanto, a nivel escolar, es probable que la niña, niño o adolescente posea un retraso significativo global, que se combina con un desfasaje pedagógico por ausentismo y baja motivación frente a las demandas escolares. “Cuando hay lesiones, los chicos se ausentan durante días; esta irregularidad en la asistencia va generando un desfasaje porque se pierden de determinados temas o del ritmo de trabajo. También pueden existir dificultades en la interacción con los pares o con figuras de autoridad y numerosos llamados de atención por su conducta o, por el contrario, un perfil marcadamente introvertido”, concluyó Distéfano.
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